Enfermedades de la vista
Síndrome del ojo seco

¿Qué es el síndrome del ojo seco?
El ojo seco es un síndrome que causa malestar y molestias en los ojos, problemas visuales y, en algunos casos, lesiones en la superficie ocular, afectando a la córnea y a la conjuntiva. El síndrome del ojo seco puede tener distintos grados de severidad y se debe a la inestabilidad o alteración de la película lagrimal, bien sea por una deficiente producción de lágrima o por una excesiva evaporación. Además, el diagnóstico suele ir asociado a diferentes grados de inflamación.
El síndrome del ojo seco se trata de una afección multifactorial, compleja y crónica, que es importante abordar de forma personalizada en cada paciente para ofrecer la mejor solución, atendiendo a las causas que lo han desencadenado.
¿Qué debemos tener en cuenta si tenemos ojo seco?
El ojo seco no siempre presenta los mismos síntomas ni la misma intensidad en todos los pacientes. Por eso, acudir a un especialista en ojo seco es esencial para identificar su origen y definir el tratamiento más adecuado.
Entre los factores que pueden agravar la sequedad ocular se incluyen:
- El uso prolongado de pantallas digitales.
- La exposición a ambientes secos o con aire acondicionado.
- Algunos medicamentos, como antihistamínicos o antidepresivos.
- Los cambios hormonales, especialmente en mujeres.
- El uso de lentes de contacto durante muchas horas.
Además, algunas enfermedades relacionadas con el ojo seco, como el síndrome de Sjögren o la blefaritis, pueden provocar una inflamación crónica que agrava el cuadro. Por eso, mantener una buena higiene ocular y realizar revisiones periódicas es fundamental para controlar su evolución.
Síntomas
Causas y factores de riesgo
Tratamiento
Los síntomas del ojo seco pueden variar en intensidad, pero los más comunes incluyen:
- Sensación de arenilla o cuerpo extraño.
- Picor, escozor o ardor ocular.
- Enrojecimiento o irritación persistente.
- Visión borrosa intermitente.
- Molestias oculares al leer o usar pantallas.
- Lagrimeo excesivo, como respuesta compensatoria a la sequedad.
Cuando estos síntomas se mantienen en el tiempo, pueden generar fatiga visual y afectar a la calidad de la visión. En casos más graves, incluso pueden aparecer pequeñas lesiones en la córnea que requieren atención médica inmediata.
Preguntas Frecuentes
El ojo seco se origina por un desequilibrio en la película lagrimal, que está formada por tres capas: una capa lipídica, una acuosa y una mucosa. Cada una de ellas cumple una función específica y su alteración puede desencadenar el síndrome.
- La capa lipídica, producida por las glándulas de Meibomio, evita la evaporación de la lágrima.
- La capa acuosa, generada por las glándulas lagrimales, hidrata y limpia la superficie ocular.
- La capa mucosa, elaborada por las células de la conjuntiva, permite que la lágrima se adhiera correctamente al ojo.
Cuando alguna de estas capas se ve afectada —por inflamación, obstrucción glandular o envejecimiento—, se interrumpe el equilibrio natural de la lágrima. Esto produce déficit de lágrimas, sequedad ocular y síntomas como visión borrosa, molestias oculares u ojo rojo. En los casos más severos, la superficie ocular puede inflamarse y volverse más vulnerable a infecciones o lesiones corneales.
Existen dos tipos principales de síndrome de ojo seco:
- Ojo seco por déficit acuoso: se produce cuando las glándulas lagrimales generan menos cantidad de lágrimas de la necesaria para mantener la hidratación ocular.
- Ojo seco evaporativo: en este caso, la cantidad de lágrima es suficiente, pero se evapora demasiado rápido debido a un mal funcionamiento de las glándulas de Meibomio, encargadas de segregar la capa lipídica protectora.
En muchas ocasiones, ambos tipos se combinan, dando lugar a un cuadro mixto que requiere un abordaje personalizado.









