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Infartos oculares

El infarto ocular, que normalmente provoca una pérdida súbita e indolora de visión, puede ser reflejo de problemas circulatorios que afecten a órganos vitales como el corazón o el cerebro.

Los ojos también pueden sufrir infartos, normalmente, por  causas de origen sistémico que también repercuten en la circulación ocular. “La retina o capa que recubre el interior del ojo es un tejido muy vascularizado, cuyas venas y arterias son muy estrechas y, por tanto, es más fácil que algún pequeño émbolo las obstruya”, explica el Prof. Francisco Gómez-Ulla, director médico de Miranza Instituto Gómez-Ulla y especialista en patologías retinianas.

Un infarto ocular, por tanto, puede dar la primera señal de alarma frente a un problema circulatorio que afecte al resto del organismo y comprometa estructuras clave como el corazón o el cerebro. Además, los daños visuales pueden ser irreversibles, por lo que es fundamental acudir de manera urgente al oftalmólogo ante la más mínima sospecha.  

La obstrucción arterial de la retina, la forma más grave de infarto ocular

Según el Prof. Gómez-Ulla, “la forma más grave de infarto ocular, aunque también la menos frecuente, es la obstrucción de la arteria central de la retina o de una de sus ramas, con pocas probabilidades de poder recuperar la visión. En estos casos, la prioridad es detectar el origen del émbolo y descartar daños en otros órganos  vitales”.

Por otro lado, “cuando ocurre una  trombosis de la vena central de la retina, o bien de sus ramificaciones, el daño suele ser más moderado y el tratamiento se enfoca en atajar las posibles complicaciones oculares en las que pueda derivar. Actualmente, existen fármacos que han supuesto un gran avance y que consiguen estabilizar y minimizar las consecuencias de los infartos oculares”.

Estos fármacos de administran en forma de inyecciones intraoculares y se aplican, fundamentalmente, cuando se produce un edema o “encharcamiento” de la retina. Gracias a  la innovación en oftalmología y a los estudios en los que participan las clínicas del grupo Miranza, están en constante desarrollo nuevos medicamentos, cada vez más eficaces y duraderos, que requieren un menor número de inyecciones. Asimismo, si las complicaciones del infarto ocular tienen que ver con la formación de nuevos vasos sanguíneos anómalos, que tienen fugas y pierden líquido, la zona afectada se puede tratar con láser.

La mejor estrategia: prevención con hábitos saludables y detección precoz

El Prof. Gómez-Ulla hace hincapié en “la importancia de la prevención para reducir el riesgo de sufrir un infarto ocular, manteniendo a raya con hábitos saludables los tres factores predisponentes más frecuentes: la hipertensión arterial, el colesterol y la diabetes”.

Una vez ocurre el infarto, si bien la gravedad depende del tipo de daño y de la vena o arteria del ojo obstruida, uno de los síntomas más característicos es la pérdida de visión repentina e indolora, que puede ser total o parcial y darse en uno o ambos ojos (aunque es muy  excepcional que ocurra de manera simultánea). También puede manifestarse como visión borrosa y como visión de “sombras” o pérdida de parte del campo visual, que puede ser muy notoria si afecta a la mácula o centro de la retina o, por el contrario, pasar desapercibida si se da en la periferia.   

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